Recién esculpido en la ladera de una colina, con capas de roca todavía expuesta a lo largo de algunos de sus tramos y árboles caídos en la cercanía, al proyecto de construcción que se suponía ayudaría a reubicar y reconstruir a esta aldea de pescadores después del terremoto y el tsunami de marzo, se le nombró, optimistamente, Camino al Futuro.
Sin embargo, hasta ahora el camino no lleva a ninguna parte. El camino y un asentamiento planeado, en una franja plana, tierra adentro, en las alturas, y cerca de la aldea destruida, han dividido a los dirigentes de la comunidad en dos campos opuestos, profundizando la incertidumbre de sus 370 habitantes, en su mayoría ancianos. Sin usar e irreconocible, el Camino al Futuro está cubierto de grava, con pocas posibilidades de que se pavimente pronto.
Las dificultades para Babanakayama y sus vecinos ayudan a explicar la razón, meses después del terremoto y el tsunami, por la cual pocos pueblos y ciudades a lo largo de la costa devastada han logrado hacer lo que parecía obvio en un primer momento: encontrar terrenos elevados donde se pudieran trasplantar en masa sus comunidades.
La escasez de terrenos planos, las disputas por el precio de montañas de propiedad privada, la renuencia a fusionarse en comunidades centralizadas y las necesidades diferentes de una población de edad avanzada complican los planes de reubicación de muchas comunidades.
Con poco progreso, cantidades crecientes de personas y comunidades simplemente renuncian a la esperanza de conseguir un predio en las tierras altas. Algunas personas, desafiando a las autoridades, incluso han empezado a reconstruir en las zonas inundadas por el tsunami.
En Ofunato, por ejemplo, funcionarios municipales desalientan enérgicamente a los habitantes a reconstruir en las zonas inundadas, pero al igual que sus contrapartes en otros sitios, no han emitido una prohibición directa – posiblemente por temor a demandas legales. Con la mudanza a tierras elevadas a años de distancia, si es que sucede, han empezado a aparecer casas nuevas en las áreas inundadas desde hace unos meses.
En un barrio de Ofunato, a un paso del mar, había una casita de madera en un lote desproporcionadamente grande, donde el tsunami arrasó una casa mucho más grande. Ya entrada la tarde, mientras se podían sentir los vientos invernales dentro de su casa, Kikue Shida, de 80 años, explicó que no quiere vivir con familiares, ni en una casa prefabricada temporal. Así es que le pidió a un hermano menor que reconstruyera una casa para ella, y se mudó en agosto.
La mayor parte de su barrio sigue destruido.
Sin embargo, amigos la visitan regularmente para tomar el té, y Shida dijo que está contenta de no haberse esperado a que la reubicaran.
''Ya tengo 80 años’', dijo, ''y es posible que no me queden muchos años. Por eso decidía regresar aquí’'.
Según los lineamientos de reconstrucción de Tokio, el gobierno central pagará la adquisición de predios en tierra altas, si al menos cinco familias desean mudarse juntas. Sin embargo, los predios deben cumplir con los requisitos de precio establecidos por los gobiernos locales. Debido a que hay pocos terrenos planos disponibles, en el caso de la mayoría de las localidades propuestas será necesario que las autoridades adquieran montañas tierra adentro, propiedad de particulares, y las allanen para su uso residencial.
La experiencia de Babanakayama resaltó las dificultades de siquiera conseguir una ubicación apropiada al intentar actuar con mayor rapidez y firmeza que otras comunidades. Incluso, NHK, la estación de radio nacional de Japón, exhibió al pueblo como un ejemplo de respuesta rápida ante el tsunami gracias a sus vínculos comunitarios y al liderazgo de uno de sus dos dirigentes, Kurayoshi Abe de 61 años, un tenaz pescador que lideró la limpieza sin esperar al gobierno.
''No dependimos del gobierno, actuamos primero’', indicó Abe. Sin embargo, los aldeanos dijeron que la limpieza fue la parte fácil.
A medida que se asentó el polvo, un grupo de dirigentes empezó a sostener reuniones en los refugios para evacuados y planear el futuro.
Al decidir que lo mejor era mover juntos las casas costeras destruidas a una zona accidentada atrás del pueblo, emprendieron la difícil tarea de pedir permiso para construir el Camino del Futuro a unos 50 terratenientes locales.
''Pensaron que tenían que hacerlo de inmediato, cuando todavía estaba fresco el recuerdo del tsunami en todos’', explicó Kaoru Chiba, de 36 años, cuyo padre fue uno de los líderes detrás de la construcción del camino. ''De otra forma, si se esperaban, no lograrían la cooperación de los terratenientes’'.
Todos ellos estuvieron de acuerdo, excepto por uno crucial, Ichiro Miura.
Como muchas víctimas del tsunami, a Miura le preocupaba no poder costear la construcción de una casa nueva, aun si se aseguraba la tierra.
Aun cuando el gobierno central proporcionará predios, la gente será responsable de construir las casas.
El gobierno indicó que construirá vivienda pública para quienes no puedan hacerlo, una prioridad mayor que las tierras altas para algunos.
''Sólo hablan de mudarse a terrenos altos’', dijo Miura sobre los aldeanos que apoyan la construcción del camino. ''Pero ya tengo 60 años. Aun si nos permiten mudarnos a terrenos altos, ¿cómo voy a construir una casa ahí? ¿Qué banco me va a prestar a los 60 años?''.
A pesar de la oposición de Miura y otros, el grupo detrás del Camino al Futuro insistió en julio.
Se hizo la plataforma del camino en cuestión de días.
El dirigente grupal Ichiro Sasaki, de 64 años, defendió la decisión. ''No es que unilateralmente hayamos construido el camino. También tuvimos la aprobación de los terratenientes; bueno, de todos menos uno’', expresó. ''Ahora, ya no avanzamos nada en la transferencia de la aldea a las tierras elevadas, ni aquí ni en ninguna otra parte’'.
En efecto, no se considera al sitio propuesto a lo largo del Camino del Futuro para un futuro asentamiento en parte por la falta de consenso en la aldea, señaló Akira Oikawa, el jefe de reconstrucción en Minamisanriku, el ayuntamiento que supervisa a Babanakayama, aun cuando hay terrenos suficientes ahí ''para acomodar a todas las casas’'.
Hasta ahora, no se cuenta con terrenos alternativos. Los dueños de montañas son renuentes a venderle al gobierno por los bajos precios que ofrece; aunque con poco valor, han pasado de generación en generación y tienen un valor sentimental para muchas familias.
''Si ofrecen precios tan bajos, nadie venderá’', dijo Kunihisa Oikawa, de 59 años, el dueño de una montaña aquí. ''Se borrará del mapa cualquier conversación de mudarse a las tierras elevadas’'.
Más que nada, dicen algunos aldeanos, la división que surgió en Babanakayama hace cada vez más difícil, si no es que imposible, mudarse juntos a los terrenos altos. Quizá se obligue a los casatenientes a hacerlo por separado o a reconstruir a lo largo de la costa.
''Deberíamos trabajar juntos’', dijo el pescador Yoshihiro Miura, de 46 años, con tono exasperado mientras tejía cuerdas junto al puerto. ''Pero, incluso en esta pequeña aldea, hay este tipo de riña. Sólo es la naturaleza humana’'.
Fuente: http://noticias.prodigy.msn.com/nyt/actualidad/reportajes-especiales/articulo.aspx?cp-documentid=31934516
Atte: karazu
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